Biblioteca Popular José A. Guisasola

Coordinado por Gustavo Sala





Por DORA MABEL EULALIA
El Perdido - Buenos Aires


La fronda no dejaba vislumbrar, en su totalidad, la magnitud de la tragedia.

Aunque decir tragedia es un tanto falaz. Aquí la impericia provocó el incidente. Tragedia implica la lucha ancestral de lo justo contra lo justo; fenómenos que el género humano solo puede apreciar a través de las artes, en especial el teatro, cuando se decide espectar sobre intereses ajenos.

Impericia e incidente comparten el vínculo de la competencia; caminan por senderos en donde lo evitable permanece oculto tras el siempre dispuesto sofisma occidental o culposo. De modo que aspirar al hallazgo de los responsables que tuvieron participación en el evento era una aspiración tan disparatada como utópica. Ni el mantenimiento de las vías, ni el estado de los durmientes, ni la prestación de los vagones eran asuntos a considerar.

Las cámaras y los informes periodísticos se centralizaban en las víctimas del sector súper pulman; esfera que había contado con el azar a su favor. El furgón de los virtuosos pudo mantener su equilibrio contando con algunos pocos y leves contusos que lamentar. Si bien sufrió el mismo cimbronazo, su estructura conservó la verticalidad gracias a los dos carros pulman que se alineaban delante de él, permitiendo contener su desordenada inercia.

En éstos el caos era factor predominante. La severa inclinación impedía a sus pasajeros un correcto y ordenado éxodo. La preocupación sobre el equipaje era motivo de coloquios y discusiones acaloradas. Más de un reportero tuvo que afrontar el papel de mediador para abortar todo posible conato de violencia. Podría afirmarse que las pérdidas humanas en la sección pulman de la formación fueron mínimas. Muy pocos atendían que la criada de la familia Durañona había fallecido tras rodar por las vías en momentos que salía del sanitario público. Lo tangible era que parte de sus restos mutilados fueron hallados momentos después de cumplirse con el traspaso de los efectos personales correspondientes a cada excursionista.

Los tres vagones de primera clase mostraban un aspecto imponente.

Decenas de órganos amputados permanecían inmóviles y escondidos bajo las maletas y atavíos particulares. Las familias sobrevivientes procuraban colaborar con los aquejados debido a que la prioridad de auxilio oficial estaba reservada para las víctimas de los coches precedentes.

Gritos y lamentos desgarradores provenían del nivel turista. Sus tres carros volcados y hundidos en los bañados linderos daban por sentado que por fuera del voluntarismo era muy poco lo que se podía hacer.

Las organizaciones de socorristas no estaban preparadas para semejante contingencia. La corruptela se hizo presente de inmediato. Aquellos pasajeros con efectivo disponible tenían mayor oportunidad de abrigo y asistencia. Como consecuencia de ello su evacuación se produjo rápidamente bajo la honorable excusa de despejar el sitio, garantizando de ese modo la eficacia del operativo. Las cámaras televisivas y los compungidos cronistas acreditados en la zona por los medios de comunicación acompañaron con suma dedicación a los primeros afectados que arribaron al Hospital Regional. Entre tanto, en los pantanos, el silencio y el desamparo habían ganado la escena; solo unos cuantos cuervos quedaron supervisando, en la turbiedad nocturna, el estado de los tres vagones clase turista hundidos bajo la ciénaga.



El Libro de los Talleres VI - Edit. DUNKEN - Páginas 43 y 44




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